jueves, 26 de abril de 2012

BUJIN DIVINO GUERRRO, por Toshitsu Takamatsu
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SHINDEN SHURA ROPPO
Viviendo a través de las tres eras de Meiji, Taisho y Showa... por Toshitsugu
Takamatsu 27 Gran Maestro de Kuki Happo Hiken Jutsu.
78 SEISO (78 AÑOS DE EDAD)
Cumpliré 78 años este año (1966). No es que no sepa mi edad ni que me
olvide de contarla, lo que ocurre es que no quería saber lo viejo que era.
Supe, de todos modos, que nací en 1888, por eso simplemente se que debo
tener 78 años, por un mero cálculo. Ya que no me he mirado al espejo
durante los últimos 30 años, ni siquiera sé como me veo. Si alguna vez me
echara un vistazo en el espejo, éste me respondería: ¿Quién eres tú?.
¡Pero estoy sano como una manzana!. Mientras que a una persona normal
le lleva una hora caminar cuatro largos kilómetros, yo camino esa distancia
en 30 minutos. He convertido en hábito el ir a la cama a las nueve en punto
de la noche. Un gato «siamés», llamado Jiro, que me dio Mr. Ichiro Kobe a
través del Dr. Masaaki Hatsumi, el cual reside actualmente en China, duerme
junto a mí usualmente. Me levanto a la 6.30 de la mañana y hago Reisui
Masatsu (fregar el cuerpo con una toalla empapada en agua fría), un ritual
que nunca he olvidado desde los últimos 40 años. Gracias a esto, nunca he
caído enfermo. Me encanta dibujar y pintar, a pesar de saber que no soy
bueno en ello por naturaleza, todavía disfruto pintando.
EL NIÑO LLORÓN
Ellos me llamaban «llorón» cuando era pequeño. Mis compañeros de clase
me hacían ponerme en el suelo apoyado en las rodillas y las manos y me
montaban como a un caballo, azotando tan fuerte mis caderas que lloraba
mucho. Fui separado de mi verdadera madre antes de cumplir un años y
criado por nueve diferentes madres adoptivas hasta que alcancé los 20
años. Como mi padre era un «así llamado» empresario (no era una buena
connotación en Japón en aquel tiempo), cambiaba de negocios todo el
tiempo. Empezó como contratista para la Sanyo Railroad en Kobe City, luego
dirigió una fábrica de fósforos en Akashi City y emprendió muchos otros
negocios después de éste. Como cambiaban sus negocios lo hacían su
esposas. Debido a esto tuve nueve diferentes madres, que pudieron haber
sido la mayor causa de que fuera un niño llorón.
INICIACIÓN EN EL TODA DOJO
Toda Shinryuken regentaba un Budo Dojo y una clínica de traumatología
en Kobe City. Era un budoka (maestro de las artes marciales) de Iga y me
enseñó Shinden Fudo Ryu en su Dojo. Como Toda Sensei era pariente
nuestro, mi padre consultó con él sobre mi futuro cuando tenía 9 años.
«Quiero que mi hijo sea militar pero es muy tímido y los otros le llaman
«llorón». ¿Tienes alguna sugerencia?»
«La práctica del Budo será lo mejor. La estricta disciplina lo hará fuerte y
valiente».
Mi padre me ordenó, enérgicamente, ir al Dojo cada día después de la escuela.
Yo estaba totalmente desorientado sin saber que hacer y lloraba más incluso.
Desde entonces fui al Dojo sintiéndome como un cordero llevado al
matadero. Usualmente, un ayudante del maestro enseñaba a los principiantes
alguna de las técnicas, pero en mi caso Toda Sensei me enseñaba
directamente, y sus lecciones eran algo fuera de lo normal. Normalmente, se
enseña un kata primero, una técnica para tirar y ser tirado, siguiendo cierta
práctica por parejas, pero Toda Sensei me tiraba simplemente, con nueve
años, de derecha a izquierda, sin tener en cuenta ningún plan de enseñanza.
Incluso cuando mis piernas estaban desechas y mis codos comenzaban a
sangrar, él no paraba ni bajaba el ritmo.
«No volveré por nada mañana. ¡No me importa lo que pase!».
Así fui a casa, rencorosamente mirando al Dojo y limpiando la sangre de mis
pies y manos, pero nadie en casa me consoló. Tras un buen descanso
nocturno se me quitaron todos los dolores del Dojo... continué yendo. Era
sólo un niño con una corta memoria. Por la mañana ya había olvidado todas
las agonías pasadas en el Dojo. Sólo después de un año completo de ser
proyectado, Toda Sensei hizo que comenzara una lección normal de Waza
(técnicas).

FINAL DEL NIÑO LLORÓN
A los 10 años de edad, nuestro profesor del
colegio público nos hizo estudiantes
luchadores de Sumo. Yo estaba oculto detrás
de los otros cuando el profesor gritó mi
nombre.
«Takamatsu, inténtalo».
Tímidamente pisé sobre el Dohyo (ring de
lucha de Sumo) y automáticamente comencé
a tirar oponentes sin ninguna intención de
derrotarlos. No fue problema para mí tirar 8 ó
9 oponentes fuera del Dohyo.
«Yo, ¡Qué fuerte!».
Tras esto todo el mundo me trató con admiración y pensé: «Bien, ellos son
todos muy débiles y flojos y no tengo nada que temer».
De repente me sentí tan seguro que renuncié por completo al título de
«llorón».

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